domingo, 6 de febrero de 2011

CORAZÓN DE PIEDRA EN HOY DIGITAL

Ayer sábado 5 aparecía en el blog de Simón Viola una extensa reseña del libro Corazón de piedra, de Antonio María Flórez y que el primero publicaba en el HOY DIGITAL. Reproducimos el texto íntegramente:

De madre dombenitense y padre colombiano, Antonio María Flórez ha alternado por razones educativas y luego profesionales periodos de su vida en España y en Colombia lo que le ha permitido conocer de primera mano el panorama literario de ambos países y lo ha convertido en un valioso puente de unión entre ellos. Por esta circunstancia, sus libros, asimismo, han aparecido en Colombia (El círculo cuadrado, 1987; En cámara lenta, 1989; ZOO (poemillas de amor antiecológicos) , 1993) y en España (El bar de las cuatro rosas, 1995; Antes del regreso 1996).

De nuevo en Colombia, Antonio María ha publicado La ciudad (2001), El arte de torear (premio de del Instituto Caldense de Cultura, 2002), Desplazados del paraíso (2003), y Dalí: el arte de escandalizar (2004), un ensayo de una notable acogida allí. Recientemente ha aparecido en la Editora Regional Transmutaciones (2010), una antología de la literatura colombiana actual que recoge muestras de distintos géneros (poesía, ensayo, novela corta y relatos).

Corazón de piedra, que ahora publica la editora villanovense Littera Libros, es un pequeño poemario que pertenece al mismo ciclo que Desplazados de paraíso (premio Internacional de Poesía “Ciudad de Bogotá 2003”, publicado ese mismo año y, más tarde, en 2006, por la Editora Regional de Extremadura), libro que abordaba uno de los efectos de la violencia en Colombia.

Como se sabe, el tradicional fenómeno migratorio desde las áreas rurales a las ciudades, común a toda Hispanoamérica, se ha visto intensificado en Colombia por la acción de grandes terratenientes, paramilitares y guerrilla, que fuerzan a aldeas enteras, acusadas de colaboracionismo, a la huida. Más de un millón de desplazados anuales se ve obligados al abandono de su entorno en avalanchas humanas de procedencia y destino impredecibles, como lo es el curso del enfrentamiento, que hace imposible programar de antemano medidas asistenciales y de acogida. La violencia y sus secuelas, con su extraordinaria magnitud y su prolongación en el tiempo, han pasado a formar parte de un “sistema de vigencias” común a varias generaciones de escritores colombianos, un elemento aglutinador que no produce naturalmente respuestas uniformes, pero sí impone su insoslayable presencia. Tratado por el teatro, la novela, el ensayo..., el tema ha penetrado también en la poesía, interpelada, como los demás géneros, a un compromiso ético con este terrible estado de cosas (que un personaje de Octavio Escobar Giraldo asocia con “mucha resignación y desesperanza y una infinita orgía de sangre”).

Aunque tanto uno como otro poemario contiene claves de interpretación relacionadas con la propia biografía personal, ambos libros (significativamente dedicados al hijo), situados bajo la advocación del episodio bíblico de la expulsión del edén, relatan el viaje entre peligros ciertos y acechanzas ocultas, de quienes dejan “la huella / sobre el polvo, / la hierba húmeda / y el barro” buscando la protección de los “falsos dioses de la ciudad calcinada” con el estigma bíblico de quien se sabe “desterrado del paraíso”.

Si allí, sin embargo, los protagonistas de la huida eran una joven pareja de prófugos, en Corazón de piedra serán un padre y un hijo que contemplan, como afirma la cita inicial de Cormac McCarthy “frente a ellos una gran desolación”. Y es la presencia del hijo, resuelta en un comportamiento lingüístico de preguntas cruciales y desconcertantes en su candor (“¿Qué harías si yo muriera, padre?”) la que introduce en este universo de cenizas el brillo fúlgido de una esperanza posible y da sentido al destino del adulto obligado a cuidar el “fuego que deberás portar”.

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