Zombie Love y 23 años, ¿se puede tener claro el camino a seguir desde tan pronto?
No, al menos yo no. En este momento estoy más cómoda en modo autoestopista: lo importante es moverse y que no te asesinen en el intento.
¿Cómo presenta Zombie Love a Irene Albert?
Como alguien que hace más sublimación que literatura y a quien no hay que tomar muy en serio. Me reí escribiéndolo, así que sería estupendo que alguien se riera leyéndolo, y que no se tomara a mal que, de entre Eros y Thanatos, escogiera mi bando tan rápidamente.
¿Qué lecturas han influido más profundamente en el libro y en la autora?
Teniendo en cuenta que mi aproximación a la literatura es completamente asistemática y tiene mucho que ver con las estanterías de la casa de mis padres, tengo favoritos como Boris Vian -que es delirante-, Quim Monzó -que es brillante- y Herman Hesse, que hace psicología de calidad. Ionesco me hace reír y Max Brooks me aterroriza racionalmente. Y sin él no habría ni Zombies ni Love.
¿Qué opina de un proyecto como el de Littera?
Hacía falta. Reúne en sus filas autores de mucho talento y los acoge, cuida e impulsa porque lo merecen, al margen de la rentabilidad o lo comercialmente exitoso. En mi caso, me demuestra que dejer de ser inédita ni duele ni ná y que la distancia entre una redacción para un profesor exigente del instituto y publicar puede no ser tanta. Y disfrutarse.
¿En qué trabaja en estos momentos Irene Albert?
En salir bien en la orla. Es extenuante.
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