miércoles, 21 de abril de 2010

ENTREVISTA CON IRENE ALBERT





Zombie Love y 23 años, ¿se puede tener claro el camino a seguir desde tan pronto?


No, al menos yo no. En este momento estoy más cómoda en modo autoestopista: lo importante es moverse y que no te asesinen en el intento.


¿Cómo presenta Zombie Love a Irene Albert?

Como alguien que hace más sublimación que literatura y a quien no hay que tomar muy en serio. Me reí escribiéndolo, así que sería estupendo que alguien se riera leyéndolo, y que no se tomara a mal que, de entre Eros y Thanatos, escogiera mi bando tan rápidamente.


¿Qué lecturas han influido más profundamente en el libro y en la autora?

Teniendo en cuenta que mi aproximación a la literatura es completamente asistemática y tiene mucho que ver con las estanterías de la casa de mis padres, tengo favoritos como Boris Vian -que es delirante-, Quim Monzó -que es brillante- y Herman Hesse, que hace psicología de calidad. Ionesco me hace reír y Max Brooks me aterroriza racionalmente. Y sin él no habría ni Zombies ni Love.


¿Qué opina de un proyecto como el de Littera?

Hacía falta. Reúne en sus filas autores de mucho talento y los acoge, cuida e impulsa porque lo merecen, al margen de la rentabilidad o lo comercialmente exitoso. En mi caso, me demuestra que dejer de ser inédita ni duele ni ná y que la distancia entre una redacción para un profesor exigente del instituto y publicar puede no ser tanta. Y disfrutarse.


¿En qué trabaja en estos momentos Irene Albert?

En salir bien en la orla. Es extenuante.

martes, 20 de abril de 2010

ZOMBIE LOVE, de IRENE ALBERT




Acaba de aparecer dentro de la colección Litteratos un nuevo título, Zombie Love, de Irene Albert. Para la editorial es una apuesta (segura) y un orgullo dar a conocer valores de la frescura y juventud de esta autora nacida en Cáceres en 1987. Estamos convencidos que este libro híbrido que aúna poesía y prosa con un alarde de desenfado y madurez dará mucho que hablar en un futuro. Os invitamos a conocer las buenas vibraciones, la ironía y el humor de Zombie Love:



EL DUELO


Resultó que aquel dolor era un proceso. Llamarlo

así me dignificaba el llanto.

Llevé luto e insomnio rigurosos. Dije muchas veces

que quería morir.

Con el tiempo me fui serenando y me permití una

sonrisa tímida aquí y allá.

Me comí un dulce. Me vestí de gris.

Todos aplaudieron el ritual. Todos preguntaron.

Lo que no comprendo es el escándalo: por supuesto

que la parte más dura fue matarlo.








sábado, 17 de abril de 2010

DISPUTAS Y LAMENTOS



Bajo el título Disputas y lamentos, Jaime Siles dedica al libro de Reginald Gibbons Desde una barca de papel una extensa crítica en el ABCD de hoy sábado. La reproducimos íntegramente.

Desde hace tiempo, las artes se debaten entre lo ético y lo retórico, sin llegar a encontrar una articulación que permita fijar un tipo de discurso que ocupe el punto fiel de la balanza. La mal llamada poesía social se inclinó por lo primero; la estética posterior al simbolismo, por lo segundo. La poesía norteamericana ha sido -junto con la alemana- la que más se ha esforzado por generar un nuevo tipo de discurso capaz de servir de expresión a las contradicciones del capitalismo tardío y a las disfunciones propias de la civilización postindustrial.

El clasicista Reginald Gibbons (Houston, 1947), traductor de Cernuda y de Guillén, y, con Charles Segal, de Sófocles y Eurípides, retoma una tradición que enlaza con el versolibrismo de Whitman -en lo relativo a la renovación de los metros- y con Milosz y Auden, en lo relativo al aliento moral. Sus precedentes más inmediatos son Rukeyser y McGrath, y lo que la teoría literaria anglosajona denomina poesía de la experiencia, que nada tiene que ver con la del mismo nombre practicada en España.

Gibbons abandona la concepcion hegeliana del símbolo y la sustituye por la schlegeliana de la alegoría, a la que añade alguno elementos de carácter surreal, mezclados con mecanismos heredados de la alta cultura literaria. Y, aunque su punto de partida es siempre un hecho real y sus referentes remiten a situaciones cotidianas concretas, su escritura se caracteriza por la elipsis y la concisión como rasgos, y por un tipo de proceso textual abierto que sólo el lector puede y debe completar. No hay aquí, pues, un territorio establecido de antemano, cuyo desenlace se conoce casi desde el principio y se intuye mucho antes de llegar al final. Gibbons -como explica Jordi Doce- es un poeta de finales abiertos. Y esto -junto con su intento de crear una poesía civilizadora, puesta al servicio de la nueva realidad social de la que es consecuencia y reflejo- configura y condiciona tanto su dicción como su identidad.

Una antología tan breve como ésta difícilmente puede dar cuenta exacta de una obra poética y crítica muy amplia, cuya naturaleza y desarrollo sólo en esquema se deja ver aquí, aunque sí es suficiente para resumir la evolución seguida por su autor desde 1981 hasta 2008. "La carta" -de su libro The Ruined Motel (1981)- muestra lo que serán sus códigos y el modo en que la sorpresa -cuyo lugar suele ser el último verso- desempeña su papel. Más complejo y ambicioso resulta "Comer" -de su libro Saints (1986)-, en el que el verso se adensa y la dicción también, hasta constituir un compacto bloque con pausas semánticas muy claras que intentan objetivar los ritmos de las relaciones de pareja. Y muy distinto es "Desde una barca de papel" -de Maybe It Was So (1991)-, que da título a la presente selección: en él se agrupan, en torno a una conocida cita de Tu Fu, una serie de micropoemas concebidos como fotogramas y en los que Gibbons va proyectando escenas tanto de la conciencia que las mira como de la vida de hoy.

El resultado es una constelación de emociones refractadas que reverberan intercambiando ondas entre sí y en las que -a través de un monólogo dramático diferente al habitual- su autor traduce una visión crítica del sujeto histórico de nuestro tiempo. Y lo hace desde una instancia de discurso tan empírico como moral: "Para muchos de mis amigos la vida parecía una guerra sin fin / Ninguno deseaba tener ocio para pensar, sólo algo en que ocuparse".

Hay aquí, pues, una renuncia expresa tanto a la metáfora como a la metafísica y, a su vez, un análisis de la constante disolución del yo: de la ausencia del mismo, vista desde la repetida revisión de la infancia. Por eso evoca lo que hubiera querido olvidar. Lo que hace Gibbons es reemprender "un paseo por el amplio reino caído del pensamiento" y huir de toda tentación de solipsismo al tender puentes entre lo lírico y lo real. "Amantes", "Desterrado, finales de los sesenta" y "Oda: Ciudadanos" son una buena muestra de ello.