miércoles, 9 de septiembre de 2009

David Yáñez y el cuarto aniversario de Littera Libros

David Yáñez. Autorretrato.

1. Littera Libros acaba de cumplir cuatro años. ¿Cómo enjuiciarías, en términos generales, la trayectoria de la editorial?

En mi opinión, la forma de trabajar de Litera Libros, tan cerca del corazón y tan lejos del bolsillo, con ese respeto por el trabajo que se hace más allá de toda perspectiva mercantil y ese mimo con que se trata cada volumen es sin duda el paradigma de cómo deberían hacerse las cosas. Los cuatro años que cumple la editorial son cuatro años de ilusión y de trabajo duro.

2. ¿Qué supuso para el conjunto de tu obra el libro que publicaste con nosotros?

Litera Libros fue, en verdad, la única editorial que me abrió la puerta sin pedir nada a cambio. Gracias a ellos, existo como autor, qué más se puede decir.

Estoy harto de ver cómo los jóvenes escritores tienen que convertir su vida en un gigantesco Facebook, haciéndose amigos de editores, escritores reconocidos y demás gente del gremio para ver si alguien les saca a la luz su manuscrito. Yo odio eso; y además no tengo memoria para los nombres, así que es casi una imposibilidad física andar rondando como un perro faldero a ver si me cae algo. Si de algo estoy orgulloso es de que envié por mail un poemario y la editorial me respondió que sí, sin más.


3. ¿En qué estás trabajando en la actualidad?

Estoy dando las últimas pinceladas a un poemario, “Madrid era una fiesta”, que habla sobre mi vida allí, sobre los porqués de esta gigantesca ciudad y lo poco que se parece a sí misma vista desde dentro.


4. ¿Podrías adelantarnos una parte de ese nuevo trabajo?

Este es (por ahora) el poema que abre el libro.


ESBOZO

Dos yonquis tomando el sol

recostados en el escaparate de una joyería

-sinécdoque perfecta de esta ciudad-

y chicas bonitas taconeando por las escaleras

del metro a las nueve de la mañana

zigzagueando entre peruanos agarrados a sus sombras.

Cabizbajos hombres de arcilla ungiendo

de suciedad a deliciosas mujeres atareadas,

hombres tristes y mujeres recién duchadas, limpias.

Mis problemas ya nunca tienen nombre de mujer,

tienen nombres de grandes compañías

de suministro eléctrico o proveedores de gas.

Mujeres en el metro.

Las más jóvenes protegen sus caras rojas

en las páginas de la propaganda política;

no es rubor

no tiene nada que ver con miradas fugaces y asustadas

es que están exhaustas, y tampoco tiene que ver

con el sexo, son las nueve de la mañana, están limpias.

Cuando era joven llevaba un bloc de dibujo

en vez de una imitación de Moleskine

y soñaba con dibujar a mi novia desnuda

o con exámenes finales y felaciones

o con faldas de uniforme de colegio privado

y todo era comida rápida y pantallas de cine

y dibujar a chicas hermosas y fugaces

y coches y tristeza fácil

y todos los problemas del mundo y pagar el gas

no importaba, no importaba, de veras.

Y nunca

nunca había montado en metro.



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